Videoinstalación en el museo Bidó
Se pasea de lado a lado. Ríe. Se emociona. Se avergüenza de algo.
Luego va apartando la cortina y al hacerlo deja una estela de fotos y vídeos que muestran lo mejor y lo peor del mundo, a intervalos: belleza, abundancia, paisajes, guerra, hambre, desertificación, humoÖ Ahora llora, se deprime. Desaparece. Más imágenes. Aparece de nuevo y con lujuria se come una lechoza con las manos, destrozándola. Luego se toma toda la leche de un jarrón, desparramándola por todo su cuerpo. Y otras cosas más (a nadie le gusta que le cuenten el final de las películas).
La chica, en realidad, no está ahí, es sólo un vídeo proyectado en la puerta abierta que tampoco es una puerta, sino dos hojas de madera pegadas a la pared.
En apenas tres minutos, el artista vegano Raúl Morilla transporta al público a un viaje “Del pretérito al presente y viceversa” en el que desnuda los sentimientos más egoístas del ser humano a través de símbolos.
La chica, en realidad, no está ahí, es sólo un vídeo proyectado en la puerta abierta que tampoco es una puerta, sino dos hojas de madera pegadas a la pared.
En apenas tres minutos, el artista vegano Raúl Morilla transporta al público a un viaje “Del pretérito al presente y viceversa” en el que desnuda los sentimientos más egoístas del ser humano a través de símbolos.
La videoinstalación en el país, ¿una nueva forma de expresar el arte?
El arte tiene que irse adaptando a los medios y el artista debe ir acorde con los tiempos. El mismo medio te exige los planteamientos y los medios que debes usar. Esa problemática sería difícil de transmitir con una pintura, tendría que hacer un mural y ni así. Además, las generaciones que vienen se desenvuelven en ese medio y de esta forma captan más rápido el planteamiento que expresas. Uso la videoinstalación porque me gusta compensar la obra, que te marque, que te haga sentir en un espacio real.